lunes, 9 de diciembre de 2013

One La Salle

Vídeo lasaliano, de origen filipino, que nos habla de universalidad de La Salle. Lo patrocinan los exalumnos. 

Contenido, retos, emoción... ¡Bien por los antiguos alumnos lasalianos!

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jueves, 5 de diciembre de 2013

Compiladores geniales

Situándonos en la historia en un momento de cierta madurez de la primitiva obra lasaliana, con el Fundador ya en sus últimos años de vida y el modelo de Escuelas Cristianas en gran medida diseñado, se podría mirar hacia atrás por el camino recorrido y apreciar unos puntos de luz incontestables que ayudaron con seguridad a los lasalianos a orientar sus pasos a la hora de las decisiones, o en los inevitables momentos de oscuridad y de duda.

Porque, si es verdad que las escuelas lasalianas de los primeros tiempos eran ejemplos claros de creatividad e innovación pedagógicas, no lo es menos que, al describir esa novedad, a veces se tiende a exagerar. Los primitivos lasalianos no inventaron demasiadas cosas en sus escuelas, pues a menudo lo que parece una novedad absoluta en la historia  —enseñanza simultánea, utilización de la lengua materna, gratuidad escolar, preparación para la vida, oficios en la escuela...—  no es sino el desarrollo de una idea que ya estaba presente  —en germen o como desarrollo somero—  en alguna experiencia anterior.

Juan Bautista De La Salle y sus primeros Hermanos, más que extraer de la nada planteamientos y modos de hacer escolares  —que alguno sí que propusieron por primera vez—, lo que con mayor frecuencia consiguen es que ideas que otros sugirieron e intentaron consolidar en el tiempo y extender en el espacio tuvieran éxito, dieran el fruto deseado y, con el paso de los años  —a veces después de bastantes decenios—  quedasen definitivamente incorporadas a la tradición indiscutida de la escuela popular.

Pero no solo eso; el cuadro estructural y la organización general de las primeras escuelas lasalianas y el comportamiento de sus maestros estaban tan bien diseñados que permitieron poner en práctica al mismo tiempo, en la misma escuela, ideas y planteamientos que tenían diferentes orígenes, a veces incluso muy lejanos entre sí. Los primeros lasalianos introducían varias novedades a la vez y, sin embargo, el cuadro general no crujía en absoluto; al contrario, funcionaba cada vez mejor.

Otras veces lo que aquellos primeros Hermanos hicieron fue desarrollar con amplitud y ambición didáctica y pedagógica propuestas que en sus predecesores estaban solo apuntadas o muy poco desarrolladas; fue con los lasalianos como aquellas ideas pudieron llegar a una primera plenitud, abierta a sucesivos desarrollos, por supuesto.

De La Salle y sus Hermanos, por consiguiente, más que originales en sus propuestas concretas, fueron extraordinariamente innovadores y creativos en sus síntesis, compiladores geniales de experiencias educativas diversas, pedagogos eclécticos y sincretistas que acertaron con el marco general en el que acomodar un montón de ideas pedagógicas, no siempre perfectamente acordes unas con otras, que, sin embargo, portaban en su interior ciertas claves fundamentales para la escuela que era preciso redimir.

La estructura final de sus desvelos escolares quedaría fijada para siempre en la Guía de las Escuelas Cristianas, minucioso reglamento de las primeras escuelas lasalianas, desarrollado y puesto a punto en sucesivas experiencias originales por un grupo de hombres vocacionados y entusiastas, que se encontraban plenamente a gusto dando vida a las páginas de esa Guía y se sentían, al mismo tiempo, muy importantes, pues estaban convencidos de que era Dios mismo quien los había enviado a trabajar a esa insospechada viña divina que eran las escuelas para pobres.

Pero, ¿de dónde pudieron tomar, en concreto, sus ideas De La Salle y sus primeros Hermanos? Yo creo que, en relación con esta cuestión trascendental, sería conveniente distinguir un origen primordial innegable, el libro de La escuela parroquial  —con la extensa y preciosa experiencia escolar que atesoraba en sus páginas—, publicado en 1654, y a continuación, en un nivel que dependería asimismo, en cierta medida, del libro citado, habría que establecer dos familias de influencias, distintas y bastante independientes entre sí seguramente, pero todas ciertas. Una sería la de Carlos Démia, lejano en la geografía pero más cercano a través de sus libros, de los que tenemos garantías que De La Salle conocía y probablemente leyó. La otra podríamos denominarla el ‘triángulo providencial Ruan-Reims-París’, considerando como figura destacada del mismo a Nicolás Barré, quizás la persona que más influyó, a todos los niveles, en la vida y obra del Señor De La Salle desde que este se lanzara a la fascinante aventura de promover escuelas y formar comunidades de maestros.

Pero a la sombra de Barré, y como instrumentos materiales más directos, habría que colocar asimismo, sin duda, a Nicolás Roland y, cómo no, a Adrián Nyel, que fueron quienes, a través de su contacto personal con el Señor De La Salle, fueron abriendo un camino que ellos mismos habían recorrido apoyados en parte en Barré, como más tarde este mismo se encargaría de desbrozar e iluminar para el fundador de los lasalianos. Roland quizás influyera más en aspectos espirituales, aunque lo escolar no le era en absoluto ajeno, mientras que Nyel tuvo probablemente más influencia en aspectos directamente relacionados con el desempeño escolar y la organización de las escuelas para pobres.

Junto a estos precursores cercanos, no debemos olvidar otros más lejanos, en el tiempo o en la geografía, que dejarían también, de alguna manera, su impronta en el campo de la educación y la pedagogía. Sin que podamos establecer siempre con precisión los caminos por los que su influencia llegó a los lasalianos primitivos, aunque solo sea por prudencia no podemos dejarlos de lado.

A todos estos precursores de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y su obra dedicaremos los próximas entregas de nuestra serie de escritos para Inter nos. Al principio a los precursores remotos, para centrarnos más adelante en los precursores próximos.

Confiemos en que nuestros textos sean del agrado de los lectores. ¡Gracias desde ahora mismo por vuestra atención y vuestra benevolencia!

Hermano Josean Villalabeitia