sábado, 12 de abril de 2014

La carta que llegó a Parmenia

Han pasado exactamente tres siglos y seguimos hablando de ella... Sus asustados Hermanos se atrevieron a dirigirse a su Superior y Fundador, que atravesaba un momento de seria crisis personal, para recordarle los compromisos que había rubricado un par de décadas antes. Querían que De La Salle asumiera de nuevo la dirección del Instituto, al que veían naufragar del todo por momentos. Y lo consiguieron...


























El verdadero protagonista en Parmenia no fue otro que el Espíritu, con dos colaboradores directos: una pastora de la región, analfabeta y santa, metida a propulsora de obras imposibles –Sor Luisa la llamaban–, y unos pobres Hermanos en apuros, huérfanos de casi todo, que se atrevieron a escribir a su Fundador en unos términos que mezclaban con astucia las muestras de cariño y aceptación más explícitas, con la exigencia estricta, y hasta temeraria, del cumplimiento de los deberes a los que el Santo se había comprometido.

Para los interesados, el texto de la carta, presentado de manera atractiva, está AQUÍ.

domingo, 6 de abril de 2014

¿También los escolapios?

Precursores de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (4)

Ciertas congregaciones religiosas nacidas en los siglos XVI y XVII se propusieron como misión principal la escuela, o la educación de los niños. Las femeninas, destinadas a educar solo a niñas, como era norma en aquella época, fueron muy numerosas. Muchas de ellas surgieron a partir del modelo de las ursulinas, una congregación italiana de principios del siglo XVI, introducida en Francia en 1592. Otras en su origen  fueron comunidades de maestras que, con el tiempo, fueron evolucionando hasta organizarse como una congregación religiosa más o menos novedosa.

Entre las instituciones masculinas habría que destacar a los escolapios, fundación romana de un español, José de Calasanz, que pronto se extendió por España, Alemania, Polonia... pero nunca por Francia; al menos antes del fallecimiento de nuestro Santo Fundador.

Los escolapios comenzaron dedicándose a los niños pobres, a quienes querían proporcionar los ‘mejores maestros’. Sin embargo, propiamente hablando, los escolapios no promovían escuelas populares, ya que su propuesta escolar se prolongaba mucho en el tiempo: los cursos elementales más seis años, hasta completar el ciclo de las humanidades. En el fondo, su carácter clerical influía de forma evidente en la manera de concebir sus enseñanzas y centros escolares.

Lo lógico hubiera sido que la fundación de las Escuelas Pías apenas influyera en el movimiento escolar francés en el que se inscribe el nacimiento de los Hermanos de La Salle, bastante contemporáneo de los escolapios en su desarrollo y muy alejado en la geografía para aquellos tiempos.


Con todo, de justicia es señalar que, a pesar de que, por aquella época, los escolapios no habían fundado en Francia, en un momento dado su obra atrajo el interés de Juan Bautista De La Salle. Al menos este así lo dejó nítidamente expresado en una carta enviada al Hermano Gabriel Drolin, que cuando la recibió llevaba alrededor de año y medio en Roma. En su misiva, más en concreto, De La Salle aprovecha el presunto conocimiento de la Ciudad Eterna del Hermano Gabriel para hacerle un encargo preciso: “Le ruego se informe exactamente de qué es el Instituto de los padres de las Escuelas Pías: cuáles son sus Reglas, cuál es su modo de vida y su gobierno; si se han propagado, si tienen un General y cuáles son sus poderes; si son todos sacerdotes, si reciben dinero. Averigüe cuanto pueda sobre ello y mándemelo con todos los pormenores que pueda”[1]. Podríamos rastrear en este parrafito varias inquietudes peculiares del Señor De La Salle; porque, aparte de ciertas cuestiones de rigor, como su regla, su estilo de vida o la forma de gobernarse, de los escolapios le interesa conocer, sobre todo, dos cuestiones muy precisas: si todos los escolapios son sacerdotes y si sus escuelas son gratuitas. La laicalidad de los Hermanos de La Salle y la gratuidad de sus escuelas destacan aquí, una vez más, entre las cuestiones que preocupan a Juan Bautista, aunque sea de manera indirecta.

No sabemos si el Hermano Drolin se animó a realizar algunas investigaciones en torno al asunto, pero podía haber respondido a su Superior que los escolapios fueron fundados en Roma hacía algo más de un siglo, y que en aquel momento dirigían allí tres establecimientos; dos de ellos para gente noble o muy acomodada, y un tercero destinado a acoger a niños vagabundos, que hoy llamaríamos ‘niños de la calle’. Lo que respondió en concreto el Hermano Gabriel no lo conocemos, pero sí está confirmado, en cualquier caso, que algo le debió de decir, porque en la siguiente carta del Señor De La Salle al Hermano Gabriel vuelve a aparecer el tema, aunque sea de manera muy concisa: “Ha hecho bien estableciéndose en un barrio alejado de las Escuelas Pías”[2]. Sin duda De La Salle intentaba evitar conflictos de intereses y competencias insanas que pudieran entorpecer la ya de por sí delicada instalación de su Instituto en Roma.

En cualquier caso, por lo que toca a nuestro argumento, es difícil pensar que, dadas las fechas de las que hablamos y las circunstancias concretas en que tiene lugar este contacto con las Escuelas Pías, la experiencia de los escolapios tuviera alguna influencia, siquiera tangencial, en la obra lasaliana.

Hermano Josean Villalabeitia






[1] Carta del 11 de febrero de 1705.
[2] Carta del 27 de abril de 1705.