lunes, 27 de junio de 2016

El lasaliano Vargas Llosa

Mario Vargas Llosa, flamante premio nobel de literatura en 2010, hizo sus estudios primarios en el Colegio La Salle de Cochabamba (Bolivia), a principios de la década de los cuarenta del pasado siglo XX. Luego, una vez que sus padres hubieron hecho las paces, la familia al completo se trasladó a Perú, donde Mario estudiaría algún tiempo en el Colegio La Salle de Lima.



En la foto, Mario Vargas Llosa
con sus compañeros de clase lasalianos de Cochabamba




















Estos datos, sencillos de recolectar en cualquier biografía del literato peruano, cobran un interés particular cuando oímos confesar, de boca del propio escritor, cuál fue la cosa más importante que le sucedió en la vidaY saber que sucedió en el Colegio La Salle de Cochabamba, y conocer de su propia voz a unos de los protagonistas fundamentales de lo que sería en adelante su vida: un Hermano de La Salle, el Hermano Justiniano. Así lo proclamó don Mario en Estocolmo (Suecia), con motivo de la recepción del Premio Nobel, a finales de 2010. Pero luego lo ha repetido siempre que ha podido, aquí y allá; recientemente todavía en Madrid...

Orgullosos de contar con exalumnos tan ilustres, y que guardan un recuerdo tan cariñoso de su paso por las aulas lasalianas.

Así comenzaba Vargas Llosa su discurso de recepción del Premio Nobel:

"Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del Hermano Justiniano, en el Colegio de La Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas..."

Para oír de labios del propio escritor estas palabras pinchar A Q U Í.

Para leer el discurso íntegro del Nobel, titulado "Elogio de la lectura y la ficción, proclamado en Estocolmo el 7 de diciembre de 2010 pinchar A Q U Í.




miércoles, 22 de junio de 2016

Alfonso Junco, poeta lasaliano

Alfonso Junco es un poeta e historiador mexicano, nacido en Monterrey, en 1896, y fallecido en México D.F., en 1972. 

Fue alumno de una de las primeras obras que los Hermanos franceses fundaron en México, el Colegio del Sagrado Corazón, de Monterrey (Nuevo León). 

Académico de la Lengua en México y Colombia, en su faceta literaria el señor Junco destacó, sobre todo, por su poesía religiosa, en la que, según algún crítico, " se ha labrado un camino propio y es de los escritores que han dado a México nueva vitalidad en este género, aplicando modos de expresión poética originales y atrevidos".

Si hoy traemos al poeta Junco a estas páginas lasalianas es porque, sin saberlo, muy a menudo solemos rezar con uno de sus poemas más conocidos. Se trata del titulado "Así: te necesito de carne y hueso", propuesto como himno de Laudes en la Liturgia de la Horas para el viernes de la semana I. Un compañero en la capilla, por tanto, lasaliano anónimo, que a partir de ahora, quizás, no lo sea tanto.

Además del poema mencionado de Alfonso Junco, proponemos otros tres, todos religiosos, para que pueda calibrarse un poquito mejor la calidad literaria de su obra poética religiosa.









De carne y hueso

Así: te necesito
de carne y hueso.

Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.

Mas el frío conturba en los abismos,
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!

Hombre quisiste hacerme,

no desnuda inmaterialidad de pensamiento.

Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!

Así: tangible, humano,
fraterno.

Ungir tus pies, que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y –Judas sin traición– darte mi beso.

Carne soy,
y de carne te quiero.

¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!

¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!









Niño Dios

Niño Dios que estás naciendo,
nace aquí en mi corazón,
y en tus hechizos anégame,
y hazme niño y hazme Dios.

Nochebuena, Nochebuena,
fragante de evocación:
¿qué efluvios de cosas idas,
qué perfume de candor.
qué melodías lejanas,
qué balbuciente emoción.
qué manso desasosiego,
qué frescura, qué claror,
qué cosa que no se puede
decir con precisa voz,
nos penetra y sobresalta
y acaricia el corazón?
¿Es un ansia de ser niños?
"Sed niños -dijo el Señor-
si queréis entrar al Reino";
¡y El se hizo niños por nos!
¡y en su noche nos embriaga
un dulce afán de candor!...
¡Oh, qué anhelo de ser niño!
¡Hazme niño, Niño Dios!

"Sed perfectos cual mi Padre
celestial", dijo tu voz,
y no fue estéril sarcasmo
sino fértil bendición.
"Vosotros también sois dioses",
clamas. Y Pablo sintió:
"Vivo, pero ya no vivo:
que vive en mí Cristo Dios".
Porque tu nos alimentas
con un pan de exaltación,
que no se hace carne mía
como este pan inferior,
sino que mi carne absorbe
y la transfigura en Dios.
¡Dios quiero ser para amarte
con pleno pago de amor,
Dios para abarcar tu esencia,
Dios para obrar perfección,
Dios para ser uno contigo!...
¡Hazme Dios, oh Niño Dios!...

Niño Dios que estás naciendo,
nace aquí en mi corazón,
y en tus hechizos anégame
y hazme niño y hazme Dios.
















Liberación

Amado que encarcelado
te quedaste en el altar:
amor te puso cadenas
y sin movimiento estás.

Afuera, el mundo se muere
de frío y de soledad...

En tu sagrario hallaría
su remedio substancial:
la plenitud llameante
del amor y la verdad.
¡Pero ignora o lo olvida
y así envejece en su mal!

Tú no te puedes mover,
él no te viene a buscar,
¡y él y Tú, los dos se mueren
de frío y de soledad!

¡Ven a mi pecho, Señor:
yo te quiero libertar!
Ven conmigo, iremos juntos,
todo lo recorrerás:
calles, comercios, talleres,
los campos y la ciudad.

Iremos juntos, Amado:
¡dónde esté yo, Tú estarás!

(Señor, hazme transparente:
no te opaque mi maldad!)

De tu presencia al efluvio
volverán todos la faz;
la sorpresa y el hechizo
poco a poco crecerán,
el asombrado deseo
con más ardor mirará,
¡y al ver tu plena hermosura
conquistados quedarán,
que es conocerte y amarte
un sólo rapto vital!

Tu impotencia de moverte
fue designio de bondad.
Así como es tesorero
el rico, de tu caudal,
para que al dar tenga el júbilo,
virtud e industria de dar,
pero si cierra su mano
con codicia criminal
a Ti y al pobre defrauda
siendo dos veces rapaz;
así me das el tesoro
de tu Cuerpo celestial,
no para el gozo egoísta
de esconderte en mi heredad,
mas para el gozo magnánimo
de llevarte a los demás,
entregándoles contigo
la perfecta Caridad.

Amado que encarcelado
te quedaste en el altar:
ven conmigo; vamos fuera;
donde esté yo, Tú estarás,
te llevaré a todas partes,
¡que así te podré pagar
a Ti, Libertador mío,
mi deuda de libertad!








El peldaño

Toma y moldea en tus manos,
Señor, mi barro y mi sangre
y como peldaño ponme
de tu morada inefable.
Que por mí suban a Ti,
pero que suban ¡pisándome!

No en mi bajeza se engrían,
ni me conozcan ni llamen,
quienes me miren peldaño
de tus perennes alcázares.
Que por mí suban a Ti,
pero que suban ¡pisándome!

Salte de gozo mi barro,
salte de gozo mi sangre,
cuando huellen mi bajeza
los que suban para amarte.
Que por mí suban a Ti,
pero que suban...  ¡pisándome!


jueves, 9 de junio de 2016

La Salle en la catedral de Nueva York


La catedral de San Patricio está ubicada en la Quinta Avenida de Nueva York, entre las calles 50 y 51.

Al entrar por su puerta principal, en la primera capilla situada a la izquierda, nos encontramos con el altar dedicado a San Juan Bautista De La Salle (1651-1719), elaborado en mármol blanco

En el centro del altar se encuentra la venerada imagen del Santo Fundador y, a cada lado, paneles que recuerdan escenas de su vida.  El de la izquierda muestra al Santo dando lecciones a un grupo de niños; y el de la derecha escenifica su conocido amor y dedicación a los más necesitados. En el frontal del altar un hermoso bajorrelieve representa el fallecimiento del Santo.

El entusiasmo de los Hermanos de La Salle de Nueva York les llevó a colocar en las ménsulas situadas a ambos lados del altar, pequeñas estatuillas de miembros del Instituto vistiendo sus hábitos de color negro, lo que ofrece un curioso contraste con la marmórea blancura del altar.

La presencia lasallista se repite en los hermosos vitrales, localizados en diferentes lugares de la catedral.

Un reportaje espléndido, lleno de datos interesantes, que encantará a los lasalianos de todas partes.

Lo podéis encontrar completo pinchando A Q U Í.
Estatua de San Juan Bautista De La Salle de la Saint Patrick's School, de Singapur




jueves, 2 de junio de 2016

Próxima canonización del Beato Hermano Salomón Leclercq

El Hermano Salomón (Nicolás Luis Guillermo Leclercq en la vida civil) nació en Boulogne-sur-Mer (Francia), el 14 de noviembre de 1745. Su padre era comerciante en el barrio del puerto de esa ciudad.

Nicolás fue alumno de la escuela comercial que los Hermanos de las Escuelas Cristianas dirigían en su ciudad natal.

Tras trabajar varios años en distintos comercios de Boulogne y París, Nicolás decidió entrar en el noviciado lasaliano de San Yon, en Ruan, donde recibió el nombre religioso de Salomón. Emitió sus primeros votos en 1769 y al año siguiente fue enviado de maestro a Mareville. Hizo su profesión perpetua en 1772.

El mismo año de su profesión perpetua fue enviado al noviciado de Mareville del que, al año siguiente, asumiría la dirección. En 1777 pasó a ser ecónomo de aquella gran casa, hasta que en 1780 se le envió a enseñar matemáticas al escolasticado en Melun. Participó en el Capítulo General del 1787, del que actuó como secretario. Terminado el Capítulo General fue llamado a desempeñar la función de Secretario General del Instituto.

Llegados los años turbulentos y violentos de la Revolución, en 1791 el Hermano Salomón quedó solo en lo que hoy llamaríamos Casa Generalicia del Instituto, en París, tratando de guardar la propiedad, una vez que el resto de los Hermanos se dispersó para protegerse de la persecución. Aunque vestía de civil, el Hermano Salomón no debió de pasar inadvertido a los guardias de la Revolución, quizás porque acudía a iglesias en las que celebraban sacerdotes que no habían prestado juramento revolucionario, de modo que el 15 de agosto de 1792 fue arrestado y conducido al convento de los carmelitas.
El 2 de septiembre de ese mismo año sería martirizado en el jardín del convento los carmelitas, teatro de una de las más terribles matanzas de la Revolución Francesa: 166 sacerdotes y religiosos, encarcelados por haberse negado a jurar la Constitución Civil del clero, fueron masacrados allí sin ningún juicio y sus cuerpos echados a un pozo o sepultados en fosas comunes excavadas en el jardín.
Pocos días antes de morir, el Hermano Salomón escribía así a una de sus hermanas: “Suframos con alegría y agradecimiento por las cruces y las aflicciones que nos son enviadas. Por mi parte, no me considero digno de sufrir por Él, por cuanto hasta ahora no he experimentado nada malo, mientras hay tantos confesores de la fe que se hallan en dificultad”.
La beatificación del Hermano Salomón, junto a la de todos sus compañeros mártires, tuvo lugar el 17 de octubre de 1926.
Ahora, tras la aprobación pontificia del milagro producido por mediación del Beato Hermano Salomón en la persona de la niña venezolana María Alejandra Hernández, la canonización del santo Hermano solo aguarda a que se fije definitivamente su fecha concreta. Esta niña, en 2007, cuando solo contaba 5 años de edad, salvó la más que probable amputación de una pierna, y seguramente también su vida, después de haber sido picada por una serpiente venenosa.
Todos los lasalianos nos alegramos con el próximo ascenso a los altares oficiales de la Iglesia Católica del primer Hermano mártir. Él abrió una ruta por la que marcharía más tarde muchos compañeros más, que, derramando su sangre, proclamaron la absoluta primacía de su fe cristiana y de su ministerio educativo de evangelización.
Querido Hermano Salomón, lasaliano, haznos valientes como tú y ruega por nosotros a Dios.
Para más precisiones y detalles sobre la vida del Hermano Salomón y sobre el milagro que le valdrá su próxima canonización pinchar A Q U Í .